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Fiesta Guadalupana
Madre de nuestros pueblos

Por: Hno. José Miguel Villaverde, SSP

“María es para ella (la Iglesia) motivo de alegría y fuente de inspiración por ser la estrella de la Evangelización y la Madre de los pueblos de América Latina” San Juan Pablo II, Puebla, 1979)

Rostro moreno, manos orantes, cuerpo de mujer, que lleva en su vientre la salvación. Así es María, santa María de Guadalupe, bajo cuyo amparo nuestra Iglesia que peregrina en América Latina ha crecido, ha ido dando sus primeros pasos y, hoy en día, cual Juan Diego con su tilma, se presenta a la Iglesia Universal, con el rostro de María impreso en sus vestimentas. Un rostro impreso en medio de los crudos inviernos, de un continente marcado por la pobreza, por la violencia, por la explotación laboral y por el maltrato a la mujer, a la niñez, a la juventud, a la ancianidad, a todo aquel que es “diferente”. Pero también es un continente alegre, que danza, que hace fiesta de su dolor, que lleno de colorido declama las más bellas poesías, dando cátedra de religiosidad popular, de Iglesia peregrina, discípula-misionera.

Ella es estrella de la evangelización, nos precedió en el camino, justo cuando era preciso un signo de paz en medio de dos civilizaciones. Cuando el indio era marginado y sacado de sus tierras, Ella mostró en Juan Diego a su más fiel y santo embajador. Cuando el indígena, dolido y abatido, no tenía consuelo, fue Ella la suave y mañanera caricia, que lo confortó. Cuando al evangelizador se le agotaron las palabras, su presencia encendió el corazón del misionero. Ella, siempre Ella.

María es Madre de los pueblos de América Latina, un continente que reconoce en el rostro de sus madres a las principales gestoras de nuestras naciones. ¿Quién podría ocultar en la historia paraguaya el rol determinante de la mujer para la reconstrucción de la Patria? ¿Quién podría borrarle al Paraguay, la hermosa sonrisa de las madres, de las mujeres que, en boca del Papa Francisco, son las más gloriosas de América? Desde el Tepeyac hasta Luján; desde Aparecida a Caacupé; ¡Gracias, Madre!

Hoy pedimos su intercesión para ser otros “Juan Diego”, que a todos anunciemos la Buena Noticia de Jesús, impreso en la imagen guadalupana y que también hemos de imprimir en nuestro testimonio. Que su intercesión alcance a las mujeres que sufren maltratos, que son olvidadas, que son menospreciadas aún; y, con ternura maternal, bendiga y consuele el llanto de tantas hermanas, que muchas veces se convierte en odio encarnizado, en gritos desesperados.

Abraza, Madrecita morena, a tu pueblo. Alcánzanos del Dios por quien se vive, la bendición.