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Domingo 32° durante el año

Por: P. Gilbert Kannikattu, SSP

Al acercarnos al final del Año litúrgico, las lecturas de hoy son de un tinte más escatológico, es decir, nos elevan la mirada y nos hablan de los tiempos finales. El tema de las lecturas de hoy es la realidad de la vida después de la muerte. Las lecturas de hoy también nos invitan a comprender el verdadero significado de la resurrección en nuestra vida diaria.

La primera lectura de hoy describe a una madre judía y a sus siete hijos, que se negaron a comer los alimentos prohibidos por la ley judía. Debido a su fe fuerte y obediencia a Dios, deciden soportar el sufrimiento y aceptar el martirio. San Pablo, en la segunda lectura, anima a los tesalonicenses que esperaban la segunda venida de Cristo, a confiar en la fidelidad de Dios, que fortalecería sus corazones, en toda buena obra y palabra.

El tema de la resurrección de los muertos es la base de la confrontación descrita en el pasaje evangélico de hoy. En esta confrontación, Jesús enseña la doctrina de la resurrección de los muertos, apoyada por los fariseos, pero negada por los saduceos. Jesús dice que, nuestro Dios es un Dios de los vivos, y no Dios de los muertos; y explica que la vida celestial. Es totalmente diferente de nuestra comprensión terrenal de la vida.

Estas son algunas sugerencias, ya que avanzamos hacia el final del año litúrgico, para que podamos prepararnos para nuestra propia vida resucita:

1) Necesitamos vivir como personas “resucitadas”. Esto significa que no debemos estar enterrados en la tumba de nuestros pecados y malos hábitos. En cambio, debemos vivir en el amor, la alegría y la paz en nuestros corazones y vidas. Se nos invita a experimentar y vivir constantemente al Señor resucitado en nuestra vida. Nuestro estilo de vida y comportamiento serán prueba de nuestra fe y convicción acerca de nuestra resurrección y vida eterna con Dios. El pensamiento de nuestra propia resurrección de los muertos; y la gloria eterna, o castigo eterno, también debe inspirarnos a honrar nuestros cuerpos, manteniéndolos sanos, puros, santos y libres de todo lo que atente contra su dignidad y la de los otros. Y también debe ayudarnos a respetar a aquellos con quienes entramos en contacto, dándoles nuestro amoroso y humilde servicio. Cultivar nuestra conciencia de la presencia omnipresente del Espíritu Santo nos ayudará a controlar nuestros pensamientos, deseos, palabras y comportamientos.

2) Nuestra fe y adoración debe ser llena de vida para darla a los demás. Nuestro Dios es el Dios de los vivos, por lo tanto, nuestra adoración a Él también tiene que ser viva. Eso significa que nuestra participación en la Santa Eucaristía debe transmitirse a nuestra vida cotidiana. Cuando somos humildes y estamos dispuestos a ofrecer nuestra vida por los pobres, necesitados y los descuidados, el Jesús eucarístico se vuelve vivo, en y a través de nosotros. Cuando somos compasivos, indulgentes y generosos, Jesús se encarna en nosotros.

Que el Señor nos conceda la gracia de ser amorosos, humildes y compasivos para que nuestros pensamientos, palabras y acciones nos lleven algún día a nuestra vida resucita en el cielo a bordo.

Amén.

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PENSAR Y CREER

En el funeral del ex líder soviético, Leonid Brézhnev (en 1982), que había sido el presidente de la Rusia, durante 18 años; todos estaban sorprendidos por el testimonio silencioso dado por la viuda de Brézhnev, la señora Natalia, ya que muchos de los líderes mundiales y personas de todo el mundo lo estaban viendo con vida en la televisión. Permaneció inmóvil junto al ataúd, hasta segundos antes de que se cerrase. Entonces, justo cuando los soldados tocaron la tapa, la esposa de Brézhnev realizó un acto de gran coraje y esperanza. Fue un gesto que seguramente debe clasificarse como un acto de desobediencia civil jamás cometido: ella se agachó e hizo el signo de la cruz en el pecho de su marido.

Allí, en la ciudadela del poder secular y ateo, donde se prohíba la práctica de la fe; la esposa del hombre que lo había dirigido todo, pensaba que su marido estaba equivocado. Ella demostró que había otra vida, que esa vida estaba mejor representada por Jesús, que murió en la cruz, y que Jesús aún podría tener misericordia con su esposo; afirmando la enseñanza evangélica de hoy sobre la resurrección de los muertos. 

La historia demostró que Natalia tenía razón, y hoy en Rusia hay muchas iglesias y la fe sigue creciendo.

 

P John Gilbert, ssp