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Lectura Orante
DOMINGO 5° DE CUARESMA (Ciclo B)

Por: P. Denis Báez Romero, SDB

 

Queridos hermanos, para este Domingo V de Cuaresma, rezamos con el Evangelio según San Juan 12, 20-30 (B)

Invocación al Dios
Padre bueno, que sepamos escuchar la voz de tu Hijo. Haz que seamos mediadores de tu amor entre la gente y que podamos hacer germinar en nuestra vida la semilla que dará frutos de esperanza para quienes quieran conocer a tu Hijo, Jesús.

Análisis de contenido
Queridos amigos: En este quinto domingo de cuaresma, vamos a leer la parte final del “libro de los signos”, que, desde el pedido que hacen unos griegos, nos invita a conocer a Jesús. Ya nos acercamos al final de la Cuaresma, un tiempo que nos prepara a vivir la pasión de Jesús. Hemos hecho con él un camino espiritual, que nos prepara a ser como el grano de trigo, para poder dar frutos abundantes y participar de su Resurrección.

Cuando estamos deseosos de conocer al Señor y buscar su presencia, surge la petición esencial, la que hacen aquellos “griegos”, la que debería ser el pedido fundamental de cada creyente: “Señor, queremos ver a Jesús”.

Esta búsqueda se realiza a través de una cadena de personas que nos pueden llevar al encuentro con el Maestro: “Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús”. Jesús acoge a todos y está abierto a toda persona que se acerca a Él con un corazón abierto y sincero.

Este acercamiento a Jesús tiene sus exigencias. El pequeño relato que inicia “si el grano de trigo no cae en tierra y muere” nos muestra que Jesús ofrece su vida y que da fruto por medio de su muerte, como sucede con el grano de trigo que, muriendo, germina y adquiere nueva vitalidad.

Para poder servir al Señor, para poder contemplar su rostro, tenemos que aprender a despojarnos de lo superfluo, a eliminar los obstáculos que pueden desviarnos de una búsqueda sincera y constante de la persona de Jesús, y a convertirnos así en mediadores, que permitan a otros buscadores encontrarse con él.

Cada creyente desea buscar y contemplar al Señor, pero sabemos por experiencia que esto no es fácil: muchas veces nos frenan los miedos, o vivimos experiencias de abandono y de silencio. En la misma situación encontramos a Jesús, cuando dice: “Ahora mi alma está turbada”. Ha llegado para él la hora de la entrega, del sufrimiento; la hora en que el grano de trigo debe romperse para dar nueva vida a través de la Resurrección.

Jesús da la vida eterna, pero tenemos que aceptar que lo hace mediante la cruz. La cruz para nosotros, los salvados, es poder de Dios, pues Dios ha resucitado a “Cristo crucificado”. La elevación en la cruz -como dice la Escritura: “Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí- expresa el triunfo definitivo de Jesús, el momento de su glorificación. Por eso contemplamos ese signo de salvación, sin perderlo jamás de vista.

 

Para vivir una vida cristiana auténtica y profunda

¿Somos instrumentos de evangelización para los demás? Como creyentes, ¿de qué modo vivimos este servicio de aceptar la muerte para dar frutos? Como creyentes, ¿somos mediadores para que otros puedan ver a Jesucristo?