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Lectura Orante
DOMINGO 28° durante el año

Por: P. Denis Báez Romero, SDB

 

Queridos hermanos, para este Domingo 28vo durante el año rezamos con el Evangelio según San Mateo 22, 1-14

 

Invocación al Espíritu de Dios

Padre Celestial, tú nos tienes un amor tan grande que jamás nos abandonas. Ayúdanos a escuchar tu llamado, danos tu gracia y tu fortaleza para seguirte, Señor nuestro. No permitas que nos quedemos fuera del banquete celestial por nuestras culpas, desobediencias y egoísmos. Amén.

 

Análisis de contenido

Queridos amigos: El evangelio de este domingo nos trae la discusión que Jesús tuvo con los fariseos y sumos sacerdotes respecto a su misión. La parábola trata acerca de un banquete y nos ayuda a retomar la simbología de la cena en el tiempo de Jesús. Cuando las familias se reunían a la noche, se sentaban en torno a la mesa y comenzaban a compartir su experiencia familiar. Que esta escena auténtica de convivencia nos haga vivir esta semana saboreando el manjar que se nos dona en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

A la fiesta con el Rey, que es Dios, todos estamos invitados a participar. La llamada es universal: estamos todos invitados a compartir la amistad con Dios. Por cierto, somos libres de responder a su llamada para saborear la abundancia de los frutos, de las comidas sustanciosas que han sido preparadas: "Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas". Dios nuestro padre, que llama personalmente a cada uno, de tiempo en tiempo envía profetas para invitarnos a participar del Reino; pero muchas veces hemos rechazado su invitación, hemos puesto excusas y hemos matado a sus enviados.

Jesús vino a anunciar la Buena Noticia del Reino; muchas veces esta predicación no fue recibida por quienes lo escuchaban. Dios envió a su propio Hijo, al elegido. Sin embargo, el pueblo judío, al que Dios amaba con particular predilección, ha rechazado al Mesías, y, en cambio, los otros pueblos lo han recibido con gozo. En este caso nos llama la atención el contraste que existe entre los invitados que no acogieron la llamada y la gente extraña del camino que sin vacilar ha aceptado participar del banquete. 

Dios sigue llamando constantemente, y el hombre contemporáneo está más preocupado por responder a otras realidades que son ambiguas: simplemente busca sus propios beneficios, pone miles de excusas para no cumplir con los demás, busca solamente llevar adelante sus proyectos. Por eso, es frecuente que encontremos personas que se enredan en su propia rutina y no descubren aquellos asuntos aparentemente urgentes que les impiden aceptar la invitación de Dios. "Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron".

Existen muchas formas de responder a la llamada de Dios, y el Rey tiene la esperanza de que el salón se llenará de personas que respondan generosamente a su llamada. Estamos invitados a participar de las "bodas del Cordero"; todos somos considerados invitados a esta fiesta. Las características de la boda son la alegría, el compartir, la danza, el canto y, fundamentalmente, la apertura del corazón que llena de alegría a los comensales.

Así como muchas personas aceptaron la invitación, otras la han rechazado, porque han puesto su corazón en otros asuntos. El Señor nos invita a que salgamos a las "esquinas de las calles" a invitar a todas las personas, inclusive a los errantes, a que se conviertan y puedan entrar a participar del banquete. El camino que nos invita a recorrer Jesús es experimentar la alegría de escuchar su Palabra y participar de la mesa con Él, vestirnos como nuevas creaturas y estar atentos a su llamada, para anunciar a todos el Reino de Dios.

Tener la vestimenta apropiada significa la purificación del corazón, el camino de conversión. La persona que se reviste de Dios posee la tarjeta de invitación adecuada y puede gozar de la presencia de los novios. Crear un mundo nuevo para convivir y construir la relación con los demás es acercarnos más a Jesús con el estilo adecuado a la fiesta. Para eso, el único traje de que disponemos es la conversión.

 

Vivencia cotidiana

Cada cristiano está invitado a participar con el Señor en su mesa: ¿Nuestro corazón está dispuesto a usar el traje de la conversión para poder participar de la cena? ¿Cuáles son esas excusas que ponemos y que nos impiden aceptar la invitación de Dios? ¿Sigo saliendo a las esquinas de las calles en busca del que más necesita de mi ayuda?