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Lectura Orante
DOMINGO 26° durante el año

Por: P. Denis Báez Romero, SDB

 

Queridos hermanos, para este domingo 26° durante el año, rezamos con el Evangelio según san Mateo 21, 28-32

Invocación al Espíritu de Dios
Señor, ayúdanos a cumplir y ser coherentes con nuestras palabras y acciones. Que seamos capaces de escuchar, abrir el corazón y realizar un discernimiento interior cumpliendo con tu voluntad.

Análisis de contenido
Queridos amigos: Las lecturas de estos domingos, principalmente, la del pasado y la del siguiente, nos traen la imagen de la parábola del viñedo. Son -como lo es siempre la Palabra de Dios- portadoras de una enseñanza vital, que esta vez nos invita a entrar en una profunda conversión de vida, que da fruto en la coherencia con la “palabra dada”. Para lograrlo, debemos ser “justos”, pues la misteriosa justicia de Dios se muestra siempre misericordiosa con las personas que se desvían del camino, y ofrece nuevamente al hombre un espacio de conversión que hace posible el retorno a la transparencia de vida.

Estamos escuchando hoy la parábola de los dos hijos invitados a trabajar en el viñedo. El padre les pregunta si pueden ir a su viña, y cada uno de ellos le da una respuesta diversa. Él espera la ayuda de sus hijos en la viña familiar, para que esta pueda producir frutos que les permitan continuar con el oficio de su padre y sostenerlos en sus necesidades cotidianas.

Como cristianos, nos caracterizamos por “dar la palabra”; cuando decimos “ya voy”, es un sí; cuando decimos “no quiero”, es no. Debemos cumplir la palabra que damos a nuestro Padre, no simplemente por una obediencia exterior, sino porque la palabra dada y cumplida expresa ante las demás personas que somos confiables y creíbles.

En este texto descubrimos que es necesario un espacio para el proceso de arrepentimiento. Uno de los dos hijos, después de dar la palabra al padre, decidió no cumplirla. El otro hijo entró en un proceso de discernimiento, se dio espacio para retornar sobre lo que había decidido, comenzó a analizar la situación, y tuvo el tiempo necesario para volver sobre su decisión y motivarse para actuar, expresando a través de los hechos su voluntad de ir a trabajar en la viña de su padre.

Muchas veces ya no queremos escuchar a nuestros padres, porque estamos saturados por sus continuos pedidos. Dentro de cada persona coexiste la figura de los dos hijos: por un lado, está el testimonio, la palabra y el arrepentimiento; y, por otro lado, la duda, la indecisión y la incoherencia. En nuestra vida, debemos tratar de conciliar ambas cosas, para adquirir esa coherencia que es imprescindible para la misión.

Luego de una mala decisión que se ha tomado en la vida, el verdadero discípulo es el que realiza la voluntad de Dios. Iniciando un proceso de cambio, se sabe perdonar a sí mismo, entra en un itinerario de profunda conversión, superando el ser cristiano simplemente “de palabra”, que vive una obediencia formal, pero que en el fondo no cumple los deseos de su Padre.

En este caso, hacer la voluntad del Padre creyendo en Jesús es el camino que nos conduce al Reino; creer en Jesús por el testimonio de Juan el Bautista, el testigo cualificado, es reconocerle y realizar un proceso de conversión para ser justos con los demás y no actuar como testigos falsos. Juan era la persona que señalaba al Salvador, que gritaba su presencia: dejémosle hablar, para que nos vuelva a mostrar quién es Jesús. Abramos el corazón, dejémonos cautivar por el testimonio de su seguimiento auténtico.

Vida cotidiana:

La participación en la Misa, en las asambleas litúrgicas o en reuniones lleva consigo algunos peligros. Por ejemplo: el de ser simplemente cristianos “de palabra” y no verdaderos cristianos. Muchas veces encontramos creyentes que cumplen con el evangelio por obediencia, pero no están abiertos a los demás, no dejan espacio a las personas para que puedan cambiar, y realizar ese proceso de conversión que permite ir del no al sí.