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Lectura Orante
DOMINGO 25° durante el año

Por: P. Denis Báez Romero, SDB

 

Queridos hermanos, para este domingo 25° durante el año, rezamos con el Evangelio según San Mateo 20, 1-16

Invocación al Espíritu de Dios
Señor, déjanos descubrir al Dios cercano y bondadoso poniendo nuestras vidas en sus manos. Que seamos trabajadores de su viña para anunciar la Buena Noticia siendo justos y comprometidos a su llamado.

Análisis de contenido
Queridos amigos: En la lectura de este domingo, Jesús nos señala el camino que recorre hacia Jerusalén, los encuentros de catequesis que tiene con la gente y las enseñanzas claras que comunica, utilizando parábolas sencillas. Él nos enseña acerca de un Dios cercano y bondadoso. Al igual que Jesús, cada creyente está invitado a comunicar su experiencia de Dios. No nos escapemos de Dios; dejemos que actúe Él en nuestras vidas; dejemos que el dueño de la viña nos elija y nos muestre su bondad al llamarnos, para que no quedemos fuera, sin hacer nada y sin formar parte del Reino.

Jesús se identifica con el Reino. Estamos invitados a entrar en la viña para hacer la experiencia de Dios; en consecuencia, no debemos murmurar o “protestar contra el propietario”, ni tampoco considerarnos mejores frente a los demás. A veces, en este mundo ajetreado y en esta sociedad ruidosa en la que vivimos, el poder que manejamos no nos deja espacios para descubrir la gratuidad y la bondad, y para valorar ese empeño que cada ser humano pone para poder vivir y educar a sus hijos. Simplemente, descartamos a los otros, y dejamos de llamar a quien lo necesita.

El Señor nos busca continuamente; nos llama personalmente para que vayamos a trabajar en su viña. Él sale a tiempo y a destiempo en busca de cada uno, a diferentes horas del día. Se acerca, dialoga, me contrata para entrar en su viña, que es el campo más hermoso para anunciar la Buena Noticia: “Vayan también ustedes a mi viña”. A nosotros nos toca decidir. No perdamos esa oportunidad, pues es lo que en el fondo estamos esperando. Aprovechemos esa llamada para experimentar la gracia de compartir con el dueño de casa su presencia generosa.

El dueño de la viña, que es Jesús, actúa en forma sorprendente, pero con criterios de justicia. Contrata a cada uno; le promete el salario justo, lo llama y lo envía a su propiedad. Comienza a pagar de acuerdo al fruto del trabajo de cada uno, según el aporte que cada uno ha realizado en la viña. Trata bien a cada obrero y reparte con justicia la ganancia.

Jesús, el dueño de la viña, invita a diferentes personas a que entren en su casa; principalmente llama a aquellas personas que la sociedad considera material de descarte: “los inservibles”. Sin embargo, los últimos son considerados los privilegiados en la comunidad, por ser ellos los primeros atendidos y socorridos en sus necesidades básicas, como dice el evangelista: “Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”.

En una comunidad cristiana existen algunos criterios que ayudan a la convivencia fraterna de la comunidad. Una de las pautas más importantes es evitar la envidia y las murmuraciones, que distorsionan las relaciones y dificultan el buen trato con los demás. Que el Señor no se indigne con nosotros. Él nos pregunta también hoy: ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno? Él es justo y amable; nos abre las puertas de su casa, que es la viña, para que podamos pertenecer al reino, es decir, participar del premio, que
es la alegría de su presencia amorosa.

Vivencia cotidiana
La experiencia del encuentro con el Señor, que nos llama y nos envía a trabajar a su viña, nos cuestiona constantemente: ¿Pagamos a nuestros empleados el salario justo, el que corresponde? ¿Entramos a la viña en el tiempo oportuno, cuando el dueño nos llama? ¿Nos sentimos diferentes de los hermanos, y nos lamentamos, pensando que hemos trabajado más que ellos?