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Aprender lo que pasa en la Amazonía

Por: Pedro Vega, SJ

Conocido como el pulmón del planeta, la región amazónica aporta alrededor del 20% del oxígeno del mundo. Nuestro pulmón está atravesando por su peor crisis. Grandes incendios forestales están arrasando con la vida que en ella late. Nos preguntamos ¿y nosotros qué tenemos que ver con eso?

El relato de la creación nos dice que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, como obra perfecta en medio de toda la creación. Fue así que el ser humano recibió potestad sobre todos los seres vivos. Esta capacidad de dominio supone el hecho de ser creados a imagen y semejanza de Dios. Pero lo cierto es que mal entendemos nuestro rol en el mundo. De una armonía perfecta con toda la naturaleza (que se encarga generosamente de darnos el alimento que necesitamos y el aire que respiramos) hemos pasado al afán de someterla sistemáticamente con el deseo del mal llamado desarrollo.

Esto es lo que está pasando hoy con el pulmón de la Tierra. Está haciendo arrasada con el fin de un mayor lucro, es decir, los recursos naturales se explotan como instrumento de canje por una moneda de papel que no se come y que no se aspira.

En su carta encíclica Laudato Si’ el Papa Francisco nos invita a la conversión ecológica, aquella que lleve a los cristianos a dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea. Podemos pensar nosotros cómo vivimos esta relación con nuestro entorno, en nuestro país, con el modo como tratamos a las personas, en cómo hacemos uso de los recursos naturales con que contamos, es decir, cómo nos relacionamos con la vida misma, aquella que fue defendida por Jesucristo por amor hasta las últimas consecuencias.