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Día del Catequista
CERRAJEROS DEL CIELO EN LA TIERRA

Por: Pbro. Albino Ramón Gayoso Vera

Con esta hermosa crónica, hemos querido hacer junto al autor un homenaje a los Catequistas en su día.

 

Y llegamos a una comunidad humilde, lejana y olvidada… criterios propios para la elección de Dios y de su deleite, “desde ya no te llamarán la abandonada sino la conquistada” (cf. Is 62,4). “Queremos confesarnos”, manifiesta una señora, siendo portavoz de otras diez personas. Una vez celebrada la Santa Misa, en medio de los avisos comunitarios, surge aquella solicitud hecha pregunta: ¿Qué necesitamos para ser catequistas en nuestra comunidad?

 “Aquí no tenemos grandes estudiosos, no tenemos materiales, no tenemos” y así fueron describiendo paso a paso las carencias… “Ah, tampoco no tenemos, esto, aquello, ni la puerta del templo está terminada, ya que ni carpintero tenemos menos un cerrajero”. Lo único que tenían era lo mismo que decía aquella canción: “tan solo redes y mi trabajo". Al final se daba la misma oración hecha canción, hecha vida...

Estaban conmigo en aquella misión los coordinadores de las distintas pastorales, los mismos se mantenían expectantes a mi respuesta, “¿qué dirá? ¿será que permitirá? ¿Debería al menos llamar a una formación extensiva?” Vaya dilema en el que me encontraba, pero en eso, la intervención de uno de los pobladores echó por tierra cualquier objeción mía: “Solo queremos que nuestros niños amen a Dios”.

“Qué grande es tu fe mujer”, me dije a mí mismo. ¿Acaso no era motivación suficiente para procurar la catequesis en esa comunidad? Un Magnificat para el Señor, esas personas tenían aquello que necesitaban, fueron tocadas por Dios y sentían la necesidad de que los otros lo experimenten.

No podía pasar esta experiencia y así señalar algunas pautas para los catequistas en este día que celebramos su día:

  • Querer: Al parecer, un verbo cualquiera, pero nada puede acontecer si uno no quiere, si uno no ama… el catequista es una persona que quiere, que anhela y es este querer que le hace superar todo, incluso los conflictos dentro de su casa, en su trabajo, malos ratos con los demás, con los sacerdotes. Es lo que le lleva a formarse, instruirse, porque quiere, desea, porque este querer es el impulso para que el Señor haga el resto. Es su voluntad puesta en las manos del Señor, conforme a su deseo.
  • Los niños: Son los niños, los jóvenes, los adultos, sea cual fuere el destinatario, todos son interlocutores válidos para hablarles de Dios. Y más que hablarles es darles ese testimonio de amor; más que un relato, una hoja de vida ante el Señor, de cómo Él ha sido grande con su pueblo, con nosotros y que estamos alegres por eso.  Es por su gente que el catequista se dona, se hace sembrador de la Palabra, que cada sábado o domingo y cada día va sembrándose confiando en la obra divina que la lleva a feliz término.
  • Que amen a Dios: Si alguien juzga que el camino del catequista es fácil, es porque nunca ha sido catequista; pero a pesar de resultar difícil la tarea y en la misma se sienta solo algunas veces; y por más que el servicio es mal retribuido y muchas veces se olvidan en agradecerle, nunca ha de olvidar su motivación primera: se está ahí no por el sacerdote, no por tal familia, se está como catequista con aquella misión dada por el mismo Cristo, para que amen al Padre, para que amen a Dios.

 

Ya mucho se ha dicho de ellos: grandes escritos, homilías hermosas, tratados estupendos, a los cuales sería un atrevimiento querer agregar algo más. El catequista es “el cerrajero del Cielo”, que en su servicio entrega llaves que no son copias, sino las originales. Gracias por estar ahí en lugares donde las puertas falten, gracias por amar a Dios y por querer comunicar su Amor a los demás.

Gracias Señor “porque has escondido esto a los sabios” y lo has revelado a los más humildes. Una vez catequista, catequista para siempre, con eso te recordarán, incluso tu nombre pasará, pero tu esencia no: Tú eres catequista.