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Historias por el camino
María junto a la cruz

Por: Hno. José Miguel Villaverde, SSP

Fue una tarde, durante este año, cuando Javier acompañó a su madre a recibir unos estudios. Durante algunas semanas, Ña María no se sentía bien, no era la de antes, y su hijo lo había notado: ella había comenzado a olvidar las cosas y, aunque por un momento le echaba la culpa al estrés, ya los hechos daban a entender lo que el doctor les diría: principios de Alzheimer.  Por un momento, el mundo se les vino encima a ambos; no había mucho que decir. Sin embargo, tras la noticia, Javier y su madre fueron reponiéndose y así pidieron asesorías al médico para sobrellevar este momento.

Mientras estaban en el colectivo, María miraba hacia la ventana; su hijo la observaba. De pronto, pasando por el Mercado 4, la madre le pidió a su hijo que bajaran. Fue todo tan rápido y el colectivo iba tan lleno, que por poco Javier casi perdió de vista a su mamá. Por entre la gente ambos pasaron hasta llegar donde una mujer que vendía flores, recién traídas de su jardín. María dio una rápida mirada entre ellas y eligió jazmines.

“Mira, Javi, jazmines, a mí siempre me encantaron, me recuerdan mucho la casa de mi madre”, dijo María, mientras olía las flores. Javier, sin poder contener las lágrimas pagó por las flores y abrazó a su madre.

Cuando llegaron a casa, colocaron los jazmines en un florero y comenzaron a ver el álbum de fotos de la familia. Cada foto tenía una historia, por ejemplo, de cuando a Javier le picó una abeja, o esa vez en que se cayó de la bicicleta, y cómo no del día de su graduación en la universidad. El muchacho recordó cada instante en que su madre, María, había estado con él en los momentos más difíciles, junto a la cruz.

Desde aquel día, Javier estuvo más al pendiente de su madre, y nunca le hizo faltar jazmines en el florero que adornada la imagen de María Auxiliadora. Cada día él se quedaba viéndola dormir, sonreír, respirar, fotografiando cada instante con la mirada, guardando en la memoria el olor de las manos de mamá, su suavidad y calidez. Había comenzado una lucha contra el reloj, pero estaban juntos, los unía el lazo irrompible del amor. Y él le recitaba

“Mamita de mi corazón,

tu sonrisa para mí es la mejor bendición.

Que la Virgen nos cuide en cada ocasión,

abrázame fuerte, yo estoy contigo, nos bendice el Amor”.