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San Pedro y San Pablo
TESTIGOS DE LA MISERICORDIA

Por: P. Alberto Scalenghe, SSP

 

¡Nadie da de lo que no tiene! El que evangeliza comparte su experiencia, su encuentro con el Señor, su vivencia transformadora: el pescador de Galilea y el fariseo y perseguidor de Tarso serán testigos de la misericordia de Dios en sus vidas, que tendrá la fuerza que los transforme para siempre, haciendo del primero un “pescador de hombres” y del segundo “el apóstol de los gentiles”.

Pedro será el llamado a ser “roca”, fundamento, encontrando la solidez, no en sus propias fuerzas, ni en sus seguridades personales (¡recordemos que en el patio de la casa de Anás quiso salvar su pellejo!), sino en el amor gratuito de Dios que lo llamó a formar parte del grupo íntimo de los seguidores del Señor y que, después de la crisis de la Pasión, le manifestó el perdón por la traición (Jn 21, 15-19).

La experiencia de un Dios que “sale a su encuentro” en el camino de la vida, motiva a Pablo a la incansable tarea de ir al encuentro de los otros; la experiencia de la gracia que lo “derribó” en Damasco, es la que impulsa a Pablo a derribar ahora los muros que dividen a los pueblos y a las personas; la experiencia de la gracia que “liberó” a Pablo de la autosuficiencia, es la que lleva a Pablo a proclamar el camino de la libertad del hombre nuevo que decide abandonar toda esclavitud, incluso aquella de considerarse justificado por los propios méritos (¡esclavitud de la arrogancia!).

Ambos, saliendo de sí mismos, abriéndose a un amor que los desborda, liberándose de un pasado vergonzoso, emprenderán un camino nuevo, sabiéndose amados y perdonados, para llevar este mensaje liberador a todos.

Al celebrar la solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo, estamos llamados a reconocer y valorar la diversidad de caminos desde donde hemos sido llamados y comprometernos en la misma dirección de anunciar con nuestra vida el amor de Dios que nos ha transformado.