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San Leopoldo Mandic
EL APÓSTOL DE LA RECONCILIACIÓN Y LA MISERICORDIA

Por: Hno. Marcelo Caballero Negri, OFM Cap.

 

Bogdan (regalo de Dios) Mandic, más tarde fray Leopoldo de Castelnuovo, nació un 12 de mayo de 1866, siendo el décimo segundo hijo del matrimonio de Pietro Mandic y Carolina Zarevi?. Desde los 8 años, y a causa de una travesura que fue severamente castigada, sintió el deseo de consagrarse, ser sacerdote y manifestar la misericordia de Dios con los pecadores. No será este el único ideal de nuestro santo, ya que el anhelo de la unidad de los cristianos también suscita en él la intención del apostolado misionero.

Para cumplir su vocación, deja su país y familia (con la intención de volver como misionero) e ingresa con los Hermanos Menores Capuchinos, de la Provincia Véneta en Italia. Una vez ordenado sacerdote, sirvió a la Iglesia en distintos lugares, en general como confesor. Desde 1914, se dedicó totalmente al sacramento de la reconciliación en la ciudad de Padua, más precisamente en el sencillo convento que los Capuchinos tenían allí.

Su delicada salud, una dificultad en el hablar, su baja estatura -tenía un metro con treinta y cinco centímetros de altura-, lo confinaron a la fría celdita confesionario que se tornaría el gran signo de la misericordia de Dios para quienes se acercaban buscando expiar sus pecados. Ese confesionario fue testigo de numerosos pedidos de perdón que encontraron siempre como respuesta la atenta mirada de un frailecito simple, pequeño, de barba larga, mirada profunda y un corazón conformado al Corazón de Jesús.

El mismo fray Leopoldo lo decía en sus cartas: “Dicen que soy demasiado bueno; pero si alguien viene a arrodillarse delante de mí, ¿no es la prueba suficiente de que quiere recibir el perdón de Dios?”. Para fray Leopoldo estaba todo dicho, el pecador debía llegar con el corazón arrepentido, y debía marcharse experimentando la misericordia infinita de Dios. Su apostolado en el confesionario fue medio para numerosas y fuertes conversiones de pecados y vicios de los más arraigados.

Al ser cuestionado sobre su extremada benevolencia con los pecadores, fray Leopoldo respondía que era Cristo el único modelo auténtico de la bondad misericordiosa, y que era Él el que daba el ejemplo. Decía: “Si el Señor me reprendiera por ser excesivamente misericordioso, podría decirle: Dios bendito, este mal ejemplo me lo has dado Tú muriendo en la cruz, movido por tu divina caridad”.

Así, este fraile que nunca convocó multitudes (excepto en sus funerales en julio de 1942), se convirtió en un testigo de la misericordia de Dios, que alza de la miseria al pobre y da fortaleza a los débiles. Tanto el papa Pablo VI al beatificarlo, como Juan Pablo II al canonizarlo durante el sínodo de la Reconciliación, lo propusieron como modelo de confesor por su amor hacia los pecadores. El papa Francisco en el Jubileo de la Misericordia (2016) lo nombró intercesor junto a san Pío de Pietrelcina, recordando sus cualidades en la atención de los penitentes y en la administración de la misericordia de Dios.

Para el mundo, Leopoldo Mandic de Castelnovo pudo haber pasado desapercibido; para el corazón contrito por los pecados fue una fuente del bálsamo sanador de Dios. No realizó su sueño de ir a las misiones: la misión vino a él en la persona de numerosos necesitados del perdón. Fray Leopoldo, el santo de la reconciliación supo encarnar en su vida de sacerdote capuchino simple y sencillo, el rostro misericordioso de Dios, su frágil figura se animó a cargar sobre sus hombros la pesada carga de los pecadores. El 30 de julio de 1942, se disponía a ofrecer como siempre la santa misa; ese día el Señor recibió su vida como ofrenda y dejó un modelo de misericordia e intercesor para todos los fieles.

Su fiesta litúrgica se celebra el 12 de mayo. En Italia, además de modelo de confesor, fue nombrado patrono de los enfermos de cáncer. En el Paraguay es patrono de la Orden Capuchina. Son cada vez más numerosos los fieles que dan testimonio de su intercesión por diversas necesidades. Su obra más grande, quizás, sigue siendo interceder por nosotros para que sepamos gustar en la reconciliación, la abundante misericordia del Señor.